¿Puedes ser tu propia némesis?
25 Mar 2025Recuerdo la primera vez que escuché el término “némesis”. Estaba en segundo de bachillerato, en clase de griego, y recuerdo a mi profesor, Javi, un loco por la etimología, como nos introdujo esta palabra.
También recuerdo que nos tuvo que poner muchos ejemplos, porque cuando aquello solo éramos cinco niñas que necesitábamos que nos lo diesen todo mascadito. Eligió ejemplos dentro de la mitología griega, por supuesto: griegos contra troyanos, Edipo. Yo ahora incluiría a Rick y al señor Nimbus (quien quiera, que lo entienda).
No sé si fue la manera en la que nos introdujo la palabra, o el arte que tenía mi profesor para que las cosas nos calasen bien adentro, que nunca más la olvidaría, aunque no sería hasta años después que me daría cuenta de la importancia de esta palabra en mi vida.
Nunca fui una niña estudiosa, tampoco trabajadora; es más, siempre hacía el mínimo esfuerzo para conseguir superar poco a poco las diferentes etapas de mi juventud. Y fue aquí cuando recogí el primer fruto de mi esfuerzo nulo: no entré en la carrera de mis sueños. No fue por la nota de corte ni por nada relacionado con lo académico. Fue única y exclusivamente porque no me digné a prepararme la entrevista personal. Llegué allí creyéndome más lista que nadie, pero hubo otras 70 personas más listas que yo.
Pensaba que mi vida había terminado, que iba a acabar estudiando algo que no me gustaba por despecho y conformismo. Pero fue aquí cuando me di cuenta de que había encontrado a mi némesis: yo misma. Era mi enemiga directa, quien ponía las piedras en el camino y quien no se molestaba en apartarlas. Aunque fue un descubrimiento muy doloroso, sabía que era el primer paso para cambiar hacia una nueva yo. No más conformismo; no más dar el mínimo.
Escogí otra carrera que me permitiese durante ese curso seguir formándome y convalidar asignaturas (y conocer a gente maravillosa), me preparé el examen de acceso y la entrevista y, en junio del año siguiente, fui a por todas. Es así como entré a la carrera con la que siempre había soñado.
Pero, ¿cambié completamente de actitud en los estudios? Desde luego que no. Volví a enamorarme del deporte, reforcé la relación con mi familia y amigos (y perdí a muchos por el camino), gané responsabilidad y semi-independencia económica, me hice vegetariana (que, aunque ya no lo soy, me abrió las puertas de una alimentación mucho más variada), me hizo ser más perfeccionista y ambiciosa en mi trabajo y, sobre todo, mejor persona.
Comienzo esta nueva etapa de mi vida en dgtl con ganas de aprender, de no estancarme en lo que “ya sé hacer”, de ir a por todas y dar el 100 % de mí. Presiento que he encontrado un puesto que me va a nutrir tanto profesional como filantrópicamente.